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Descubierta una ofrenda floral de más de 2,000 años debajo de Teotihuacan.

Las antiguas culturas mesoamericanas que habitaron el Valle de México, así como las distintas regiones del país, traían consigo una riqueza impresionante, en términos de conocimiento, cultura, historia, religión, entre otras virtudes que nos hacen pensar que más que grupos salvajes, con la llegada de la «colonización», se trataba de pueblos bien establecidos con un pensamiento crítico y de religiones apegadas a fenómenos naturales, como son la muerte, la lluvia, las plantas y los animales.

Ciertamente una parte fundamental de nuestra cultura en México ha sido compuesta por los arreglos florales y demás atributos ligados a tradiciones desde nuestras raíces ancestrales y hasta nuestros días. La idea que nos dice que con la muerte el alma se separa del cuerpo y viajamos en una forma esencial del ser mismo, en un plano astral, de modo que podemos visitar a nuestros seres queridos cada año, es algo típico de nuestra cultura y se le otorga su propia celebración a inicios de Noviembre.

En estás festividades son esenciales los ramos de flores, frutos y demás objetos que comúnmente se incluyen en las ofrendas, e inclusive las danzas y los cantos, han podido ser rescatados por nuestros ancestros y que de acuerdo con la celebración o ritual que se esté llevando a cabo llegan a tener un significado simbólico de gran relevancia.

Si bien los habitantes de Teotihuacan se encontraban a una distancia relativamente cercana de lo que hoy es la Ciudad de México, se cree que pudo ser una población que alcanzaba los 100,000 habitantes con costumbres propias de su pueblo, del mismo modo que tenían una relación estrecha con la naturaleza y la tierra, al ser representada en forma de Dioses que cumplen un papel fundamental en sus vidas.

En aquella época fue construido un templo, en honor al Dios Quetzalcóatl, el cual se encuentra conectado con la pirámide del Sol y la pirámide de la Luna a través de la calzada de los muertos en un complejo arqueológico al noreste de la Ciudad de México.

Entre muchas de las tradiciones de nuestros pueblos indígenas se piensa que los habitantes de la ciudad de Teotihuacan pudieron haber llevado a cabo un ritual para el Dios Tláloc, asumiendo que en este mismo se buscaba atraer lluvia y fertilidad a las tierras del pueblo, como lo menciona Gómez-Chávez: «Los ramos probablemente eran parte de rituales, posiblemente asociados con la fertilidad, que los indígenas realizaban en el túnel». El túnel fue descubierto en 2003 y ha mostrado piezas importantes de la civilización y sus costumbres como lo son granos de cacao, obsidianas, esculturas, restos animales, entre otros artefactos.

Aunque los ramos de 2,000 años de antigüedad fueron encontrados en cantidades distintas, cerca de una escultura de dicho Dios, junto con algunas piezas de cerámica en un túnel debajo de la pirámide, actualmente se busca determinar qué tipo de flores yacen en la ofrenda, gracias a su excelente estado de conservación, esto con el fin de conocer más profundamente sobre la cultura y tradiciones que se suscitaron en aquel momento.

Los hallazgos han sido parte del Proyecto Tlalocan, dirigido por el Arqueólogo Sergio Gómez Chávez del INAH, la información ha sido publicada en la revista Universes in universe y en Live Science

Alan Steve Nájera Cortés

Alan Steve tiene una licenciatura en Bioquímica Clínica por la Universidad Nacional Autónoma de México y hace trabajo de investigación en la Unidad de Genética y Diagnóstico Molecular del Hospital Juárez de México. En internet, Alan es fundador de la comunidad Enséñame de Ciencia.

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